EL LADO OSCURO DEL CORAZON
Bajo el sudor de una noche de sexo y alcohol, un Darío Grandinetti con barba de dos días declama: “Me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo
un cutis de durazno o de papel de lija
le doy una importancia igual a cero
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida (…)
¡pero eso sí! –y en esto soy irreductible-
no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar”.
El poeta insomne dirige su mano hacia un interruptor colocado sobre su mesita de noche y, al pulsarlo, un abismo se abre en el otro lado de la cama para librarle de esa compañera de alcoba al parecer no especialmente dotada para el vuelo. Así empezaba El lado oscuro del corazón (1992), ...
Comentarios